Château Ferrière
La historia de esta magnífica propiedad.
la historia de Château Ferrière comenzó en el siglo XVII, cuando Gabriel Ferrière, entonces intendente de la Royal Navy, fundó esta propiedad que llevaría su nombre. En 1855, durante la famosa clasificación de los Grands Crus de Burdeos, el Château Ferrière alcanza el rango de Tercer Grand Cru Classé, reconociendo la calidad de sus vinos y su saber hacer ancestral. A lo largo de los siglos, la finca ha tenido varios propietarios, sin perder nunca su prestigio ni su identidad. A finales de los años 80 pasa a formar parte de la familia Merlaut-Villars. Actualmente dirigido por Claire Villars-Lurton, perteneciente a un ilustre linaje de viticultores bordeleses, el château ha iniciado una transición hacia una viticultura moderna y sostenible. Gracias a su sensibilidad medioambiental, Claire ha sabido preservar el patrimonio de la finca inculcando al mismo tiempo una nueva dinámica. Su enfoque apunta a producir vinos de gran pureza, marcados por taninos aterciopelados y una auténtica expresión del terroir, en armonía con la naturaleza y la biodiversidad. Este enfoque global se inscribe en una filosofía que respeta los equilibrios naturales, donde el ser humano acompaña delicadamente a las vides.
el viñedo de Château Ferrière
Un referente de la biodinámica en medicina.
el viñedo de Château Ferrière se extiende sobre 24 hectáreas en el corazón de la denominación de origen Margaux, famosa por sus vinos refinados y delicados, considerados los más elegantes del Médoc. Plantadas sobre suelos de grava que favorecen un drenaje óptimo, las vides se benefician de un clima oceánico templado que permite una maduración lenta y equilibrada de las uvas. Este terroir único confiere a los vinos una gran complejidad aromática y una notable finura. Desde 2015, la finca está certificada en agricultura ecológica y desde 2018 está doblemente certificada en biodinámica (DEMETER y BIODYVIN). La biodiversidad está en el centro de este enfoque: el 40% de las vides proceden de selecciones en masa, algunas de las cuales, todavía en producción, datan de 1954. Esta riqueza vegetal contribuye a la resiliencia y a la calidad del viñedo. El cultivo es totalmente manual, se favorece el uso de abonos orgánicos y la cubierta de césped natural favorece la vida microbiana y la salud de las vides. Estas prácticas respetuosas permiten producir uvas excepcionales, fiel reflejo de su terruño, y crear vinos profundos, precisos y llenos de energía vibrante.